Tomado del Boletín Informativo T A R E A S
 Así lo anotó Rafael Santos, quien fuera jefe de redacción de El Tiempo, en el prólogo de la primera versión del Manual de Redacción de la casa editorial: “no han pasado aún mil años desde cuando aquel monje hispano que anotaba en latín un sermón de San Agustín, deslizó, quizás al desgaire, pero bien hilvanadas, las que los investigadores consideran como las primeras oraciones completas escritas en español”. Desde entonces, reseñaba Santos, “nuestro idioma ha cambiado mucho en diez siglos. Y el cambió seguirá hasta límites insospechados, desde luego dentro de ciertas reglas y estructuras”, que pueden ser de orden formal, ortográfico, gramatical y sintáctico. Aun así, sus defensas están ahí; solo es cuestión de consultarlas. Entre estas cortinas de protección figuran dos reglas elementales: la claridad y la sencillez, que arrojan grandes dividendos en medio de tantas traducciones y tecnicismos estranguladores del castellano. La búsqueda de la expresión exacta (precisión) es un reto. Según el filósofo y periodista Javier Darío Restrepo, esa tarea impone la “sistemática exclusión” de ripios, lugares comunes frases de cajón y tecnicismos. Restrepo exponía alguna vez que el lenguaje de los técnicos y las empresas, no aconsejable en esta época de claridad, parecía obedecer a las siguientes normas: -Nunca emplee palabras breves, son mejores las largas, y mejor si son enredadas. -Si se pueden usar dos o más palabras para decir algo, no hay porqué usar solo una. -Lo obvio debe expresarse en términos ininteligibles. Recuerde: Al escribir un texto, sea breve y claro. No exceda las cuatro líneas por párrafo y procure emplear términos conocidos. Póngase en el lugar del lector y pregúntese si las palabras que está usando son claras y precisas, o si por el contrario, puede generar confusión e incluso, apatía en quien lo lee. Saber comunicar es un tesoro, no abuse de la buena fe de quien lee sus palabras. |
